domingo, 21 de febrero de 2016

Desalojaron a un abuelo en Valle Viejo. “Antes, los hombres teníamos palabra”.

El viernes a la tarde, un importante despliegue policial se realizó en una vivienda ubicada en la calle Samuel Molina, cerca de la iglesia de Sumalao, para desalojar a René Gregorio Espeche, de 91 años. 
El procedimiento que se llevó a cabo para realizar el desalojo de una sola persona, según lo ordenó el juez de Garantías, Héctor Maidana, resultó innecesario y hasta indignante para los vecinos. 
Espeche reside en el lugar desde el año 1959, cuando realizaba trabajos para un hombre de apellido Molina Ocampo, en el tambo y los campos de la zona. Luego de varios años de vivir en el lugar, al que además cuidaba, el propietario del terreno le dijo que se quedara en el lugar, “que me lo daba, porque él se iba a quedar a vivir en la ciudad”. 

La sucesión de Molina Ocampo inició un juicio por las tierras en las que se encontraba viviendo Espeche, junto a su esposa, que falleció hace siete meses. La Justicia, a pesar de la voluntad del padre de los herederos, decidió que el hombre, con sus más de 90 años, deje el lugar en el que vivió durante casi toda su vida. 
“Ya no se puede hacer nada, ya no me dejan quedarme, me tengo que ir. Es muy triste, muy doloroso tener que dejar el lugar en el que viví casi toda mi vida; este lugar, que me lo dieron los padres de las personas que hoy me hacen sacar como si fuera una mala persona”, son las primeras palabras que don Espeche dijo al ser consultado por la situación. 
Un dejo de tristeza, una mirada resignada y el bastón en el que se apoya hace tiempo es lo único que acompaña al hombre en el relato de su historia, cubierta de transparencia y 
verdades que sostiene y no le permiten comprender la situación que transcurre. 
Al consultarle sobre los hechos que sucedieron al desalojo, contundente, Espeche responde que “antes, los hombres teníamos palabra. Algo que parece que se va perdiendo con el tiempo”. 
El viernes por la noche, el hombre abandonó su espacio para vivir en la casa de una de sus hijas, empujado por las determinaciones de la Justicia y las pretensiones de un sucesorio que dejó de lado la voluntad de sus antecesores. Los familiares de Espeche dicen que desde hace tiempo conocen las intensiones de los hijos del hombre al que su padre respondió por más de 50 años, pero que “no esperábamos que sea de la manera violenta y deshumanizada en la que lo hicieron”. 
El sucesorio de Molina Ocampo inició las acciones en la Justicia por la totalidad del terreno, que comprende alrededor de seis hectáreas. En esa extensión de tierra se encuentra emplazada la precaria vivienda en la que residía Espeche, la cual le había sido otorgada hace más de 40 años, lamentablemente, sólo de palabra. Al no haber realizado donación, transferencia o prescripción veinteñal, el desalojo se debe ejecutar. 
Al respecto, don Espeche dijo que “como yo siempre confié en la gente, solamente pagaba mis impuestos, agua, luz y riego. Todo eso está a mi nombre, pero ahora dicen que de nada me sirve. Todo lo que hice lo hice de buena voluntad y confiando en la palabra de la gente a la que serví durante tantos años; ahora me tengo que ir. Ya no tengo tiempo de hacer nada”.
Antecedentes 
Hace alrededor de seis años, los hijos del propietario de las tierras tuvieron un episodio de violencia con los hijos de Espeche, que terminaron en denuncias y acciones en la Justicia. Hubo acusaciones de patoteos y daños de ambas partes.
Aclaración 
En relación a los rumores que hablan de que la familia Espeche pretendía quedarse con todas las hectáreas de tierra de los Molina Ocampo, responde que no es cierto: “Solamente quería mi casa, en la que tenía las habitaciones de abobe que rompieron para sacarme la cama y el ropero. No quería, ni quiero todo. Ya no puedo andar casi; sólo quería morirme aquí y que después hagan lo que quieran con estas tierras; pero ni eso me dejaron”. 
“Lo único que pedía es que me dejen estar desde el alambrado hasta aquí; nada más que eso es lo que quería ¿Para qué voy a querer seis hectáreas?”, expresó el hombre mientras acomodaba todas sus cosas para llevárselas a la casa de su hija. 
La determinación de la Justicia, al parecer, es la correcta, pero va en contra de la “palabra” que se dieron y confiaron dos personas entre sí, hace muchos años; tantos, que sorprende cómo otros se encargaron de que se esfume y pierda su valor.
1959
Es el año en el que Ramón Espeche comenzó a vivir en el terreno.

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